Entonces, ella alejó la lanza de su cuello, se levantó y lo miró antes de darle la espalda y comenzar a caminar.
Vete.
Desde el suelo, aún desconfiado, él se arrastró alejándose un poco. Cuando ella se encontraba a una distancia prudencial, se dio cuenta de que realmente y a pesar de todo, no lo iba a matar, pero ¿por qué?
Yo no hubiera tenido piedad contigo.
Ella paró en seco, aún dándole la espalda, giró la cabeza y él pudo verle la mitad del rostro, la herida sangrante de su cuello, su pelo enmarañado y lleno de sudor… y una sonrisa de autosuficiencia.
No se trata de un acto altruista. Te odio y no siento piedad por ti.
Entonces no lo entiendo.
Esto, es egoísmo.
¿Egoísmo?
¿Acaso no lo entiendes? Sin ti, yo no soy nada. Das sentido a mi vida, te odio con tanta fuerza, desde que nacimos, que no imagino el mundo sin ti.
Eso es más propio del amor.
El amor que yo pueda sentir no es ni la mitad de poderoso.Tú y yo no estamos hechos para amar.
Yo no dudaré en matarte cuando tenga ocasión.
¿Lo harás mirándome a la cara?
Por supuesto.
Entonces, sientes lo mismo que yo, aunque no te atrevas a admitirlo.
Ella se alejó por la tierra naranja, dejando sus pasos marcados para siempre en la arena. No miró atrás ni una sola vez, mientras él permanecía en el suelo meditando sobre sus palabras.
Años antes...
El niño corrió hasta que le dolieron los pulmones, y después, siguió corriendo. Cuando llegó al acantilado, se sentó observando las gaviotas que jugaban, mimosas, con el mar. Lloró, como nunca lo había hecho antes, lloró sincero, lloró para él, sólo para él y cuando se empezaba a calmar, su madre apareció a su espalda, sin decir nada se sentó a su lado y alargó el brazo sobre su hombro. Permanecieron así hasta que al niño se le secaron las lágrimas.
Ha pasado otra vez. Lo ha vuelto a hacer.
Cariño, ya hemos hablado de esto. No necesitas salir corriendo cada vez que alguien te supera. Ya sabes que me asusto cuando no vuelves a casa.
Pero quiero que el mundo sepa que soy mejor que ella. Nadie parece darse cuenta. Todos la prefieren, y yo… - reprimió la última lágrima.
Eres mejor que ella, o al menos, igual. No necesitas demostrarlo, cielo. Lo único que importa es lo que tú pienses. Y ella, te aseguro que se siente igual de vulnerable ante ti.
No.
Si. Sois iguales, si dejarais de lado vuestras diferencias, seríais invencibles. Os pasáis el día peleándoos, y así no llegareis a ningún sitio.
Algún día, mamá, la venceré. En una lucha de verdad, entonces tú y todos sabréis que soy mejor que ella. Te lo prometo.
No es algo que necesite. Eres lo que más quiero, eso debería bastar. Para mí eres el mejor.
La odio. Y quiero ganarle, lo deseo más que nada en el mundo.
Odiar no conduce a nada bueno, tu corazón se pudrirá si tan joven albergas ya esos sentimientos.
Mamá, quiero marcharme de aquí. Déjame irme.
¿A dónde?
Mándame con mi tío, el podrá enseñarme todo lo que necesito saber.
¿Es eso lo que realmente quieres?
Sí- la determinación en sus ojos la asustó.
Aquella misma noche, metió en su mochila sus escasas pertenencias y su padre lo montó con él en su caballo. Antes de marchar, solo miró atrás una vez. Hacia su madre.
¿Estarás bien?
Sí, no te preocupes. Ve a buscar tu destino.
Se marchó tranquilo, sabiendo que tardaría mucho tiempo en volver.
La niña rubia, sentada bajo la mirada del dios de la lucha, encendió una barra de incienso de azahar para dar las gracias. Se había levantado temprano, y antes de ir a la academia de lucha, se acercó al templo. El día anterior le había ganado en una batalla justa, ya eran iguales. Sin duda sus compañeros, todos chicos, la habían considerado inferior hasta ese momento, ahora era una más. Pero lo que importaba, era que él lo sabía.
Al llegar a la academia lo buscó, pero no estaba allí. Su única amiga llegó corriendo a mediodía. Ella recogió su alabarda y se marcharon a los muelles, para sentarse en los tacos de madera sobre el mar.
Se ha ido. Ayer lo vi marcharse con su padre, esta mañana ha vuelto sin él.
¿Sabes a dónde?
No, era muy tarde cuando se fue. Sólo vi a su madre llorando cuando desaparecieron.
Volverá.
Una madre no llora porque su hijo se valla de viaje.
Mierda.
¿Pero qué pasa?
Todo era perfecto, le había ganado por fin. Ahora tendría que verme como a una igual y…
Estás enamorada de él- no contestó, pero otorgó la razón a su amiga con el silencio-. Si fueras como yo, si simplemente aprendieras a llevar una casa, ya te hubieran propuesto matrimonio.
No quiero un marido. Quiero un compañero. Y lo quiero a él.
Pues lo has espantado.
Volverá.
Engáñate si quieres. Lo tienes todo, tu padre te permite ir a la academia, aún sabiendo que eso no es lo mejor para una mujer. Si sigues así no encontrarás un esposo que te cuide.
Voy a la academia para aprender a cuidarme sola. No aguantaré a un hombre por necesidad, solo si lo amo. Mi padre solamente me deja ir porque siempre quiso tener un hijo, y como mi madre murió al nacer yo…
¿Y ahora qué vas a hacer?
Esforzarme el doble. Cuando vuelva, le venceré mil veces más.
Curiosa manera de demostrarle tu amor.
Ya no es amor. Me ha abandonado, me ha traicionado a mí y a la academia. Lo odio.
El odio y el amor…
Sí, llaman a la muerte. Porque no puede estar conmigo y yo no quiero estar sin él.

Bueno, he de irme o mis padres se preocuparán. ¿Estarás bien?
Si.
Se quedó sola, lanzando aviones de papel al plácido mar mientras lloraba de impotencia.
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