Caminaba unos pasos por detrás de mi amigo. Él y su manía de dar grandes zancadas que casi me obligan a correr. Lo acompañaba a la estación, subíamos por su calle. A nuestras espaldas una noche entera de fiesta y muy pocas horas de sueño la última semana. Estado: zombie.
Cuando tu y tu amigo llegasteis a nuestra altura, sopesé cuál sería el mejor lugar para pasar, decidí que el medio. Te apartaste hacia el mismo lado, fui a la derecha e, inconscientemente me seguiste. Ya confiada, giré hacia la izquierda y chocamos, posiblemente debido a mis inexistentes reflejos de esta tarde.
Llegamos a darnos un corto abrazo durante un par de segundos. Estubimos quietos el tiempo suficiente para que a tu amigo le pareciera raro. Puede parecer extraño pero me sentí cómoda entre tus brazos, arropada por tu espalda, pequeña a tu lado, protegida. Nunca olvidaré la suavidad del polar. Supongo que el sueño ralentiza la percepción del tiempo.
Miré hacia arriba y tu hacia abajo. Nos separamos rápidamente y proseguimos nuestro camino. Tu amigo se reia por la situación y tu también, pero algo nervioso. Yo alcancé al mio, que no se dio cuenta de nada, cinco zancadas más adelante.
No miramos atrás, pero espero volverte a ver la próxima semana.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Que dulces son tus relatos...
ResponderEliminar