Hoy he visto tu cara en el metro. Tus mismos ojos, tu mismo cuerpo e, incluso, tu mismo peinado. En otra persona, en otra vida, en alguien diferente que no eras tú. Ese desconocido que compartÃa todas tus caracterÃsticas se sentó frente a mÃ, palidecà al instante. Un abuela me preguntó si estaba bien, movà la cabeza en gesto afirmativo.
- Es que parece que hayas visto un fantasma.
Y no se equivocaba tanto. No podÃa dejar de mirarle, de frente, posiblemente pensó que estaba loca. Él ni se inmutó, inmerso en su música. No llegué a conocerte del todo ¿cuantas veces nos vimos, cuatro? Suficientes para que todavÃa piense que hubiera valido la pena conocerte más, compartir más cosas contigo... pero te fuiste. Desapareciste para siempre antes de confirmar si realmente valÃas la pena. El desconocido habló por el móvil, pero no era tu voz, no coincidÃan ni tono ni acento. Recuperé el color y dejé de mirarle. Me habÃa pasado una parada.
Ya en el andén, recordé un dÃa que me venÃas a dar dos besos, y yo estaba inmersa en el penúltimo partido de Zidanne. Te frené con la mano y te dije sin mirarte ?En el descanso?. No pude evitar lanzar una sonrisa melancólica al vacÃo.
Descansa en paz, por muy tópico que suene, allá donde estés.

Pilar C. Sánchez
Escritora por hábito y por vicio, lectora por extensión. Escéptica, anarcocap, dice un tÃtulo de la UCM que periodista. Con tendencia al caos (ordenado), gusto por las cosas raras y el frikerÃo en general. Cactus y escorpión, pero se me acaba cogiendo cariño.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario