Caminaban juntos por el centro, y sin saber cómo, ella dejó que le pasara la mano por su cintura. Por primera vez ni preocupacuones, ni reproches, ni rechazo. Se sentía cómoda, protegida entre sus brazos, tranquila tras todos los cambios, las firmas, las colas, los papeles... Ahora, simplemente, caminaba junto a él, ignorando el frío, agazapada en su abrigo, su bufanda y su gorro. Y sin saber por qué, le dió un beso. Un beso sin motivo, sincero y cálido. Él sonrió pero no preguntó nada.
Entraron en una cafetería. Se sentaron frente a frente, no hicieron falta palabras, ella calentó sus manos con un capuccino, él prefirió hacer frente al frío con una cerveza. Sus pies se rozaban tímidos, encendieron un cigarro para engañar a los nervios y por fin, él cogió las manos de ella y la miró a los ojos, de modo silencioso y atento.
No tuvo que preguntar de nuevo, le bastó con pensar "Ahora tú también eres mía".

Pilar C. Sánchez
Escritora por hábito y por vicio, lectora por extensión. Escéptica, anarcocap, dice un título de la UCM que periodista. Con tendencia al caos (ordenado), gusto por las cosas raras y el frikerío en general. Cactus y escorpión, pero se me acaba cogiendo cariño.
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