Él entró en su juego, ignorando las reglas que había dejado claras.
Ella llegó, vió y venció. Él la dejó llegar, ver y derrotarle.
Él quería compartirlo todo, ella prefería no unirse más.
Ella lo consuela de un modo tan frío que él no sabe si es bueno o malo.
Él le cuenta todos sus problemas, ella intenta alejarlos de su mente para seguir jugando.
Ella ríe con sus bromas, él la invita, ya sin esperanza, a que se quede a dormir.
Él se agarraría a un clavo ardiendo, ella se las ingenia para no darle la más mínima esperanza.
Ella le observa de reojo la cicatriz del costado derecho, él sabe que le encanta pero se hace el despistado.
Él se frena para no asustarla, ella se esfuerza por ser algo más cariñosa y le cuesta.
Ella es feliz, él no sabe cuanto le durarán las fuerzas. Él espera poder conocerla, a ella le gustaría no huir si le deja hacerlo.
Él es agua, ella fuego que al contacto con el agua la deslumbra para despues atenuarse.
Para ella, él es lúdico, para él, ella es única.
Le expusieron las normas al principio. Ahora ha de tirar los dados. Todo o nada. Entrar juntos al edén, o recorrer solo el infierno. No quiere seguir en la tierra reclamando algo, que sabe, no es suyo.

Pilar C. Sánchez
Escritora por hábito y por vicio, lectora por extensión. Escéptica, anarcocap, dice un título de la UCM que periodista. Con tendencia al caos (ordenado), gusto por las cosas raras y el frikerío en general. Cactus y escorpión, pero se me acaba cogiendo cariño.
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