Para Maykel.
Cerró los ojos, sintiéndolo a su lado, con el torso desnudo y sus vaqueros preferidos que dejaban ver la goma de sus boxer, tirado sobre las sábanas, al igual que ella. Cerca por primera vez en mucho tiempo. Y empezó a hablar.
Exteriorizó todo lo que habÃa pasado desde que no se veÃan. Cómo habÃa encajado el enfado, lo que habÃa sentido al mudarse. Le habló de cada persona a la que habÃa conocido, de cada relación fracasada, de todos los trabajos, de todos los problemas, las fiestas, las alegrÃas, los trastornos. Le confesó que habÃa vuelto a tomar antidepresivos, que habÃa vuelto a vomitar, que se miraba al espejo y si él no estaba detrás abrazándola no le gustaba lo que veÃa. Que habÃa intentado cortarse las venas pero no tuvo valor. Que se habÃa quedado embarazada, de otro, no de él, y que por eso habÃa abortado. Le contó que su ausencia la desquiciaba, que aún lo buscaba al llegar a casa aunque se hubiera despertado a otra hora, en otro lugar, siendo otra persona. Que su marcha habÃa hundido su vida en la miseria. Que seguÃa dándole grima pincharse la insulina, que solo se peinaba por si aquel dÃa se cruzaba con él, que ensayaba ante el espejo absurdas conversaciones por si se encontraban. Que seguÃa llorando al escuchar las canciones que él le habÃa grabado en un cd cuyas letras, que una vez pusieron “Nuestras”, ya estaban borradas. Que guardaba al fondo de su caja de música el anillo que le habÃa regalado y que dormÃa abrazada a la almohada cada noche, como si fuera él. Que lo echaba de menos. ¡Maldita sea!
-Y tu... ¿qué ha sido de ti todos estos meses?
Se giró en la cama y abrió los ojos esperando encontrarlo allÃ, pero nunca habÃa vuelto a su lado.
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