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Las cien voces del diablo, las historias vecinales de una villa perdida en el caribe

La nueva novela de la escritora y periodista cubana, Ana Cabrero Vivanco, arranca contando el fin de Lucifer Domínguez Amargo, para posteriormente relatar los acontecimientos que desencadenan su muerte, que comienzan con los actos de sus abuelos, uniendo así la historia del pueblo en donde se ambienta la historia, Villa Veneno, y la de sus habitantes, con la familia de Lucifer. Las cien voces del diablo es una novela pautada por el estilo literario latinoamericano más clásico.

Ya en la primera frase de la novela puede notarse cierta similitud con una de las obras latinoamericanas de literatura del siglo XX más aclamadas y famosas: Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez.

El día en el que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo.
Gabriel García Márquez – Crónica de una muerte anunciada

Había vivido su muerte tantas noches en los delirios del sueño que, el día que lo lincharon en la plaza de la iglesia, pensó que lo que estaba viviendo no era más que otra de sus pesadillas.
Ana Cabrero Vivanco - Las cien voces del diablo

A lo largo de la obra pueden notarse otras similitudes con la obra que lanzó al éxito al escritor colombiano, Cien años de soledad, que va más allá del número que aparece en ambos títulos: en las dos novelas, la historia de un pueblo es relatada a través de la historia de una familia. Aunque García Márquez centra su novela casi en exclusiva en la familia, y en Las cien voces del diablo se añaden cada vez más personajes que desfocalizan la historia de los Domínguez Amargo, estos van entrando en la historia según las relaciones que mantienen con la familia de Lucifer.

La obra de Cabrera Vivanco aúna gran cantidad de personajes que habitan en una villa decadente cubana de mediados de siglo, donde la lujuria de los personajes es el rasgo más exprimido en la novela, con escenas explícitas, que pueden recordar a ciertas novelas románticas, pero que no llegan a ser de mal gusto por su brevedad. Un párroco que cae presa de un amor pasional y casto a la vez, un médico cautivo de un amor no correspondido, una bella prostituta (y rica heredera) que es amada por muchos y deseada por más, fantasmas que pasean a medianoche por jardines ajenos, amantes furtivos que se hacen pasar por fantasmas, mujeres fuertes y decididas que juegan con la fe popular... En definitiva, una panorámica de las relaciones que pueden surgir en cualquier pequeña población, eso sí, llevadas al extremo.

Es quizás esta abundancia de personajes, y las intrincadas relaciones que surgen entre ellos a lo largo de varias generaciones, lo que pueden hacer que la novela resulte un poco confusa en ocasiones, y hasta cierto punto, algo decepcionante, ya que personajes prometedores son poco explotados por la autora, que con semejante elenco de variopintos habitantes de Villa Veneno, podría hacer un libro mucho más largo, ofreciendo una visión más completa de ellos, o en cualquier caso, una obra de la misma extensión pero con menos protagonistas, más exprimidos, que posiblemente causarían más interés y empatía en el lector.

Como un punto a destacar, la utilización por parte de la autora, en algunos casos, de lo que los antiguos griegos denominaban nombres parlantes: bautizar a los personajes con nombres que informan indirectamente de su actitud, pasado o destino. Así, Amanda, nombre de la bella y rica prostituta, viene del latín y significa "la que será amada por los demás" mientras que el nombre del párroco Teodoro tiene su origen en el idioma griego, y significa "don de Dios".

Aunque no pueda unirse al panteón de grandes clásicos latinoamericanos, copado por las obras de Borges, Cortázar, Carpentier, García Márquez o el reciente Premio Nobel Vargas-LLosa, entre otros, Las cien voces del diablo puede considerarse una obra entretenida para quienes disfrutan de conocer las relaciones entre vecinos (o lo que es lo mismo, cotilleos de escalera), e incluso ilustrativa para quienes gustan de la literatura latinoamericana.


Amanda no se inmutó. Se incorporó sobre los almohadones de pluma, se cubrió ligeramente los senos y sonrió desde la cama agitando maliciosa, frente a los ojos de Don Cosme, la perfumada esquelita que le tenía reservada a la señora alcaldesa. <<Tú escoges, querido mío, entre un escándalo de cojones o una escuelita de mierda>>.
Las cien voces del diablo
Pilar C. Sánchez

Pilar C. Sánchez

Escritora por hábito y por vicio, lectora por extensión. Escéptica, anarcocap, dice un título de la UCM que periodista. Con tendencia al caos (ordenado), gusto por las cosas raras y el frikerío en general. Cactus y escorpión, pero se me acaba cogiendo cariño.

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