Sometimes, I discover myself thinking about you, and about me, and about all that things that keep us together even when our time has gone. Neither an allied, nor an enemy, I cannot choose what you mean to me. But you’re still here, when the whole world is between us, and I like it.Supo que era un mensaje importante, incluso antes de que alguien se lo tradujese. Era una sensación demasiado fuerte, quizás alimentada por el sobre amarillento en el que llegó la carta, sobre el que estaba escrita su dirección con caligrafÃa nerviosa. O puede que nacida de que no habÃa un remitente, ni un destinatario; tampoco una fecha o una firma. Hasta el matasellos parecÃa querer guardar silencio, porque la lluvia lo habÃa emborronado hasta convertirlo en un borrón violáceo.
Just want to let you know, whatever happen, you’ll never be forever gone.
No era una carta para él, nadie le escribirÃa en inglés. A decir verdad, nadie le escribirÃa. Se sintió impotente de no poder hacer llegar aquel mensaje, y también, de saber que era imposible conocer la historia que ocultaba. Nunca emprendió una búsqueda sobre ello, fue una obsesión privada, que solo compartÃa consigo mismo.
Grabó en una vieja cinta de casette a un profesor de inglés que se prestó a pronunciar aquellas palabras para él. Y cada noche, antes de dormir, las repetÃa ante el espejo. Como un mantra, deleitándose con la sonoridad de su propia voz, devuelta por el poco mobiliario de una habitación espartana.
Y cuando, en el hospital, el último aliento pugnaba por escapar de su pecho, regresaron a su memoria todas aquellas historias que habÃa imaginado, para dar sentido a aquellas palabras. Pronunció aquellas escuetas frases, escritas cuatro décadas atrás para después morir invadido por una mullida tranquilidad.
Solo entonces, ya demasiado tarde, la mujer de la cama de al lado recibió el mensaje que una vez alguien habÃa escrito para ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario