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Enana blanca |
Un equipo de científicos ha encontrado los elementos necesarios para constituir un planeta habitable en la enana blanca conocida como DG 61.
Ahora rota en pedazos, la enana blanca DG 61 devoró un asteroide rico en agua, poniendo en relevancia la posibilidad de que su sistema solar contuviera exoplanetas habitables antes de que su estrella madre muriera.
Poca gente se ha cuenta de que mirar al cielo es hacerlo hacia un cementerio. La Vía Láctea está repleta de estrellas muertas (llamados técnicamente remanentes estelares), desde agujeros negros a estrellas de neutrones a las tenues enanas blancas. Normalmente, estos cadáveres astrales revelan muy poco sobre su pasado. Pero de vez en cuando, muestran indicios de cómo estos astros –y los planetas que una vez los orbitaron– vivieron y murieron. Ahora, un grupo de científicos ha descubierto pruebas de que la enana blanca conocida como GD 61 fue orbitada una vez por un asteroide rocoso y rico en agua. Exactamente del tipo necesario para crear un lugar habitable para vida extraterrestre.Estrellas consumidas
La mayoría de estrellas, incluyendo al sol en unos 4.000 millones de años, terminan sus vidas convirtiéndose en enanas blancas una vez han consumido su combustible nuclear. Estas densas masas estelares ejercen una fuerza de gravedad tan potente que cualquier elemento más pesado que el helio se hunde hasta el núcleo del astro. Mark A. Garlick, ilustrador británico que ha escrito seis libros sobre astronomía, lo explica para la revista Science: “Imagina la sorpresa de los astrónomos cuando descubrieron que algunas de las enanas blancas están arropadas por capas de polución hecha con silicio, oxígeno y otros elementos mayores de la tabla periódica”.Forenses espaciales
Esta polución está compuesta por “piezas del sistema planetario que fueron atraídas por la creciente gravedad de sus estrellas centrales venidas a enanas blancas” explica Jay Farihi, astrónomo de la Universidad de Cambridge (Reino Unido). Midiendo los elementos que constituyen estas capas de desechos, los científicos pueden retrotraerse en el tiempo y descubrir los elementos originales que tuvo ese sistema solar: asteroides, cometas o planetas. “Es una técnica fantástica para los trabajos forenses espaciales” respalda Michael Jura, experto de la Universidad de California en Los Ángeles (EE UU).En la polución de DG 61, Farihi y sus colegas encontraron una curiosa abundancia de oxígeno. Su primera idea fue que el asteroide original debió de incrustarse con dióxido de carbono en forma de hielo seco. El problema es que no se ha encontrado carbono en las cercanías de GD 61. Así que para explicar la abundancia de oxígeno “la única sustancia viable que queda es el agua”, explica Farihi.
También en la revista Science, el equipo de científicos teoriza que la gravedad de GD 61 “destrozó” un asteroide que contenía entre un 26% y 28% de agua. Más o menos del mismo tamaño que Vesta –el segundo mayor asteroide del cinturón que rodea al sistema solar de la Tierra–, parece que el asteroide orbitaba al precursor de la enana blanca, una estrella de primera magnitud (en la clasificación de Ptolomeo) ligeramente mayor que el sol. Después de la muerte de esta estrella, la mayor gravedad de la enana blanca posiblemente atrajo el asteroide y lo desintegró.
Los asteroides ricos en agua están considerados una parte importante para la formación de planetas habitables, ya que chocan contra ellos y le aportan agua. Aunque “realmente no podemos echar el tiempo atrás”, explica Farihi, el descubrimiento del asteroide revela que “los elementos para constituir planetas similares a la Tierra estaban ahí”. En el futuro, espera poder observar el sistema con un potente telescopio como el de Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA) para comprobar si algunos de los planetas originales sobrevivieron a la muerte de su astro o cualquier indicio de que allí existía un cinturón de asteroides ricos en agua.
Encontrar un asteroide rico en agua rondando una enana blanca potencia la idea de que la vida podría reaparecer a largo plazo alrededor de ese tipo de estrellas, explica John Debes, un astrónomo del Space Telescope Science Institute en Baltimore (EE UU), que no está vinculado al descubrimiento. Después de las violentas muertes de estas estrellas, las enanas blancas permanecen estables durante miles de millones de años, lo que podría suponer que “son realmente un buen lugar donde vivir”, según Debes. El problema, en cualquier caso, es que un planeta tendría que estar realmente cerca de una tenue enana blanca para ser lo suficientemente cálido como para albergar vida, tanto como lo estaba el asteroide absorbido por GD 61. Aún así, Debes matiza que si un planeta rocoso logra establecer una órbita alrededor de una enana blanca, el descubrimiento del equipo de Farihi muestra que “puede haber alguna esperanza de obtener agua en esos planetas” mediante los asteroides, tal como ocurrió en la Tierra varios miles de millones de años atrás.
Publicación original: Negocios.com (14.10.2013)
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