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Por qué no me da la gana de votar en las elecciones | Manifiesto de una absentista

Ahora que las susceptibilidades sobre las elecciones parecen en stand by, es un buen momento para manifestar las razones por las que, en diez años a las espaldas como votante potencial, no he ido ni una sola vez a las urnas a "ejercer mi derecho".

Soy absentista absoluta cuando se trata de elecciones, y no es porque esté muy ocupada votando en realities o porque todos los domingos esté de resaca y mover el culo hasta un colegio electoral me parezca una tortura. Tampoco porque sienta tal desinterés por la situación política de España que no tenga ni pajolera idea de cómo funcionan las cosas. Los absentistas somos un conglomerado heterogéneo, y al igual que existen quienes lo son por las tres razones anteriores, los que no votamos por razones argumentadas, principios y convicción no somos una quimera.

¡Hola! Existimos.

En el 20D he visto cómo se atacaba mi postura, cómo se daban cosas por hecho sin dar ni pie a debatir y he tenido que explicarme veinte veces. Por eso, ahora pongo todo esto por escrito. Será más fácil pasar un link en futuras ocasiones que volver a repetir treinta veces lo mismo. Se trata de una declaración de intenciones defensiva, porque si defiendo la libertad individual sería hipócrita imponer mi postura.

No pretendo que seas como yo — me la pela lo que hagas con tu voto mientras tengas libertad por derecho para hacerlo —, pero antes de cuestionar lo que hago con el mío, párate a mirar mis razones.

Si eres un contrario al absentismo, hagámoslo fácil. Elige tu argumento y ve directamente a la réplica:

  1. ¡Tenemos un buen sistema democrático y debes hacer uso de él!
  2. Vota a quien va a cambiar el sistema
  3. Tiene que haber alguien a quien quieras votar
  4. ¡Pues vota en blanco, pero vota! ó ¿Por qué no votas a escaños en blanco?
  5. El absentismo no manda ningún mensaje
  6. El voto es la forma de pronunciarnos y siempre se respeta
  7. Si no votas, va a ganar la derecha ó ¡Vota para que no gane X!
  8. Tus abuelos lucharon para darte este derecho y les estás fallando si no lo usas
  9. Ser absentista no es responsable
  10. ¿Y qué pasaría si todos fuéramos como tú?

¡Enjoy!

¡Tenemos un buen sistema democrático y debes hacer uso de él!

Un ciudadano, un voto y otros cuentos chinos

Parto de que si alguien está leyendo esto, tiene un mínimo de conocimientos así que no me meteré a explicar conceptos básicos.

Las circunscripciones electorales hacen que el voto de un ciudadano de Soria (donde menos votos hacen falta para conseguir un representante) sea mucho más valioso que el de uno de Madrid (donde se necesitan más votos). Siempre, desde que existen las redes sociales, tras unas elecciones empiezan a salir mil artículos sobre esto con indignación generalizada en los comentarios. Solucionarlo sería tan fácil como establecer nuevas circunscripciones más equitativas en cuanto al número de votantes. Es decir, acordes a la situación actual.

¿Cuál es el problema? ¿Que históricamente las provincias son la circunscripción? Pobre argumento. La evolución se hace mediante cambios y adaptación.

La cosa no acaba ahí, luego está el método D`Hont que, básicamente, es una fórmula de repartir los votos de forma "más o menos" acorde a los resultados — ya de validez cuestionable por lo de las circunscripciones no equitativas — pero con una parte aleatoria que favorece a los partidos que han sacado mayores porcentajes. Por propiciar la gobernabilidad, dicen.

Como muchos de los que hemos estudiado periodismo en la UCM, conozco bien el método D'Hont porque, entre otras cosas, es el ejercicio práctico del examen de Constitucional.

Con lo cual, parto de que cuento con un sistema electoral injusto desde su propia base.

2. Por qué no voto a quien me promete cambiar el sistema electoral

Porque no me propone sólo eso.

Hay varios partidos que, en su programa, tocan el tema con más o menos vehemencia. Sin entrar a cuestionar la credibilidad que pueda tener una promesa electoral no sujeta a ninguna legislación que obligue a su cumplimiento — coff coff papel mojado coff coff —, el caso es que esa no es su única propuesta.

Los partidos que proponen un cambio electoral proponen también tropecientas cosas más con las que no estoy de acuerdo — no me identifico con ningún partido —. Y que de salir elegidos en la legislatura, tratarían de implantar sin preguntarme durante los cuatro años de recorrido. Porque con el voto ya les he dado todos los permisos.

Respaldar con mi voto lo primero, pagando lo segundo, me parece un precio demasiado alto. Por eso no considero que lo merezcan.

Haz un referéndum, y es muy posible que me veas por allí. ¿Ahora, para las elecciones? Olvídate.

3. Tiene que haber alguien a quién quieras votar

Nunca le daré mi voto a un partido, pero podría dárselo a una persona


Los nombres que aparecen en una papeleta electoral dan exactamente lo mismo. Contamos con un sistema político donde quienes mandan son los partidos.

Que la disciplina de voto sea legal me parece un maldito chiste. Se trata de un método que anula por completo a la persona supuestamente electa a favor de los intereses del grupo completo. Un diputado puede desobedecer, por supuesto, siempre que esté dispuesto a pagar una multa. Con la cantidad de cosas que deben votar al día, por alto que sea tu sueldo salido de las arcas públicas, te lo podrías pulir en una sola sesión un poco movida.

De ahí que la publicidad electoral parta de las intenciones del partido, y no de las peculiaridades de los candidatos. A mi entender, la heterogeneidad es riqueza. Sería una buena forma de arrastrarme a las urnas.

Aún compartiendo la misma ideología y partido, hay cuestiones sobre las que el representante de una punta de España no tiene por qué estar de acuerdo con la de otro que representa a la otra punta. De hecho, muchas veces, parece imposible que lo esté. En la teoría, nuestro sistema electoral cuenta con una parte de miembros electos representativa para, supuestamente, defender los intereses de las distintas regiones y que todas tengan, al menos, una voz mínima. Y con la disciplina de voto, ese argumento se pisotea impunemente. Por la gobernabilidad, claro, será eso.

Con lo cual, si pienso en darle mi voto a alguien no me engaño y sé que se lo daré a un partido político. No encajo en ninguno — lógico cuando soy anarquista —, así que no voto. Porque no confío en estas organizaciones. Aunque lo intente, no me sale.

Podría darle mi voto — de confianza y de papeleta — a una persona concreta. Encontrar cierta afinidad, confiar en que esa persona y no un partido enorme con sus propios intereses, cumplirá con lo que me ha prometido y legitimarle. Si me convence, me daría igual incluso de qué partido fuera. Pero como, en la actualidad, ningún candidato en las generales es ni mínimamente libre para ejercer su supuesta función (por la disciplina de voto) y ni siquiera tengo demasiada información sobre lo que promete cada uno de mi zona (lo promete el partido, no el representante), no hay voto.

4. Por qué no voto en blanco ni a Escaños en Blanco


Porque no existe el escaño vacío.

Yéndonos a lo bestia. Si un 50% de los votantes lo hiciera en blanco, lo suyo sería que la mitad de puestos quedase vacío. Pero en la España actual, nonaino. Se ignoran y a repartir los puestos como si no hubiera pasado nada.

Lo que, en teoría, significa el voto en blanco es que el votante respalda el sistema electoral vigente — y ya he dejado claro anteriormente que no lo hago — pero no le convence ninguno de los candidatos.

Si existiera el escaño vacío, votaría en blanco. En primer lugar, porque entonces mi voto no tendría efectos estadísticos en el reparto entre partidos — como pasa en la actualidad — y porque creo que la vergüenza torera de ver un escaño vacío durante toda la legislatura sí tendría algún efecto en las cámaras. Aparte de ahorrarnos un sueldo (no por fastidiar, sino porque pienso que las Cámaras están sobredimensionadas).

Y si vas a hablarme del "partido" Escaños en Blanco, tranqui que ya lo conozco. Pero hasta que vea factible que obtengan representación, no voy a votarles. Llamadme taimada, lo soy porque sé cómo influiría mi voto a una formación que no obtiene escaños.

5. El absentismo no manda ningún mensaje a los políticos

Discrepo. ¿Por qué sino tratarían de movilizarnos cuando se ven apretados? Ser absentista no es algo inamovible, pero sí algo más difícil de ganarse que a un indeciso.

El absentismo demuestra desencanto ciudadano con el sistema político, desinterés. Y ya dice la sabiduría popular que no hay mayor desprecio que no dar aprecio. Que sí, hay quien no tendrá interés porque el GTA le parece más interesante que quién ocupa la Moncloa, pero en mi caso el desinterés es porque todos me parecen el mismo perro con distinto collar. Con una inclinación u otra pero tanto monta.

Los políticos lo saben, tienen estudios sociológicos que su gente estudia y evalúa. Profesionales que interpretan los datos estadísticos y los ponen a nivel para dummies. Otra cosa es que le hagan el caso que les da la gana.

Por poner un ejemplo de que el absentismo sí se conoce y se valora, me remonto a la mayoría absoluta de Rajoy y al PSOE recordándole como argumento pseudo-definitivo que la había obtenido con menos votos con los que Zapatero había gobernado una mayoría simple. El abstencionismo consta e importa.

6. El voto es la forma de pronunciarnos y siempre se respeta

Esos votos que van al enemigo

Como el método de reparto de votos es el que es, pasan cosas inesperadas si te decides votar a formaciones minoritarias o incipientes que podrían resumirse en que, como no obtengan representación, te sale el tiro por la culata.

Dicho en una frase: el voto nulo y el absentismo no afectan estadísticamente al resultado mientras el voto en blanco o a los partidos sin representación favorece estadísticamente a los partidos mayoritarios.

Considero una enorme putada votar a PACMA, por ejemplo, y que por caprichos estadísticos ese voto acabe beneficiando al PP. ¿Cómo no voy a pensar, con este tipo de cosas, que se ríen de los votantes en su cara?

7. Si no votas, va a ganar la derecha o ¡Vota para que no gane X!

Es, sin duda, uno de los argumentos que más escucho cuando rondan las elecciones y que más gracia me hace. No puedo evitarlo.

En primer lugar porque, sin preguntarme nada, cuando digo que no voy a votar se da por hecho que soy afín a la izquierda. Siempre. Nunca me han dicho: "vete a votar o los progres se van a la Moncloa", lo que también resulta ilustrativo por omisión a ojos atentos. ¿En base a qué estas conclusiones? ¿A que siempre se dice que los que se abstienen son de izquierda? Es mentira. Los abstencionistas no somos una masa de borregos, cada uno tiene sus preferencias.

Pero independientemente de eso, y de que convendría pensar que si me azuzas para a ir a las urnas quizás estés consiguiendo un voto para alguien que no te gusta porque la ideología política de cada uno podría sorprenderte, solemos tener más claro quién queremos que pierda a quién preferimos que gane. Y lo siento, "votar lo menos malo" me parece conformista y resignado. No me gusta considerarme ni una cosa ni la otra.

8. Tu abuelos lucharon para darte ese derecho y tienes que usarlo


Uno de mis abuelos era franquista, ¿Debería luchar para imponer una dictadura respetando así su memoria? ¡No! Lo siento yayo, lo que tu hayas pensado o defendido a mí no me define.

Estoy a favor de tener derecho a voto. Pero cuando tengo un derecho, también puedo elegir si lo uso o no. He tenido derecho a cobrar subsudios por desempleo que he decidido no solicitar — me restaba meses cotizados, y en ese momento no me era necesario — y nadie se ha echado las manos a la cabeza diciéndome que mis abuelos habían luchado para que yo tuviera derecho a cobrar subsidios así que estaba escupiendo en su memoria por no pedirlo. Eso también es una “renuncia a un derecho” y a nadie le escandaliza.

Volviendo al voto, el derecho a usarlo me da también la opción de no hacerlo. Que como he explicado anteriormente, es una estadística que se tiene en cuenta. Si no tuviera derecho a votar, lucharía por tenerlo porque me parece algo básico. Pero una vez lo tengo, la libertad me permite usarlo o no usarlo.

9. “Ser absentista no es responsable”

Participar activamente y haciendo proselitismo de un sistema del que te quejas no es coherente. Y entiendo las responsabilidades como algo que deben serlo, dando sentido a que las hayas adquirido voluntariamente.

Si, por contra, consideras que el sistema está bien como está, te aclararé que las responsabilidades son algo voluntario y las obligaciones algo impuesto por un tercero (y por lo tanto una privación de libertad).

Hay países, como Australia, donde tienes la obligación por ley de votar, enfrentando multas si no lo haces. En ese sentido somos más libres los españoles que los australianos porque contamos con una opción no penalizada (no votar) de la que ellos carecen.

Ten en cuenta que si respaldas que el voto sea obligatorio estás a favor de coartar una libertad de la que ahora nos beneficiamos. 

10. ¿Y qué pasaría si todos fueran como tú?

Respuesta fácil: no existirían los políticos. Respuesta más fácil todavía: no estaríamos teniendo esta conversación. Respuesta obvia: es imposible que eso ocurra.

Si defiendes la libertad habiéndote parado a pensar lo que esto implica, partes de la base de que sabes que no todo el mundo será como tú. Habrá gente que te escame con su uso de la misma, que te permita recuperar la fe en la raza humana o que te haga cuestionarte porqué lo eligieron en vez de a la placenta. Pero si defiendes la libertad no puedes ser arbitrario a la hora de respaldar que otros la ejerzan. La libertad, mientras no influya negativamente en los derechos de un tercero, no es penalizable. Por poco que te guste.

He decidido libremente no votar porque no hay ningún candidato que me convenza en las elecciones generales, porque no creo en el sistema, porque desprecio a todos los partidos simplemente por lo que son, porque no hay una alternativa que me ofrezca solucionar todo esto y porque votar a una minoría podría hacer que mi voto acaba beneficiando a una de las mayorías clásicas. Y lo responsable, hacia mi forma de pensar, es no ceder ante una horda de gente que insiste en que lo haga sin argumentos que me convenza.

Pero lo he decidido siendo consciente de que hay un montón de gente que sí que va a votar, por cuestiones emocionales, racional-económicas o lo que sea. No vamos a acabar siendo una anarquía por la falta de votantes (ya lo serán los políticos mostrándose incapaces de cerrar ningún acuerdo).

Es una decisión tomada considerando también que otra gente sí vota, que otra gente sí respalda este sistema con el que yo no estoy de acuerdo. Mi absentismo cuenta porque hay gente que sí vota, pero el valor de los votos también se ve afectado por la cantidad de absentismo.

Corolario: Libertad sí, pero para lo que yo quiera

El pasado 20D, Twitter se incendió por la gente que publicó que votaba a Ciudadanos o al PP a cambio de dinero que le daban sus familiares. Muchos de los que pusieron el grito en el cielo son esos a los que se les hincha la timeline cuando se trata de defender “la libertad de voto”.

Preparáos para las ampollas: la libertad de voto es eso.

La libertad de voto es votar lo que te de la santa gana, o no votar nada por el motivo que le salga del papo. Vender tu voto, forma parte de la libertad de voto. Es tuyo y si eres libre, te lo follas como quieras. Votar para que gane el partido que más te convence, votar para que pierda el partido al que no quieres ni pintado, votar para posturear en Twitter, meter una loncha de chorizo en el sobre, votar blanco, no ir a votar… ¡Hasta votar al PP es libertad de voto!

Si dices que estás a favor de mi libertad de voto, puedes no compartir lo que yo hago, pero no cuestionar mi derecho a hacerlo. Porque entonces, coartas mi libertad y caes en una contradicción monumental. 

Darme libertad es dármela para lo que yo quiera, no para lo que a ti te parezca bien. Y si no estás de acuerdo… No insultaré tu inteligencia resolviéndote un silogismo simple.
Pilar C. Sánchez

Pilar C. Sánchez

Escritora por hábito y por vicio, lectora por extensión. Escéptica, anarcocap, dice un título de la UCM que periodista. Con tendencia al caos (ordenado), gusto por las cosas raras y el frikerío en general. Cactus y escorpión, pero se me acaba cogiendo cariño.

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