"Te odio."
Lo pensó pero no lo dijo. La observó acurrucarse en el sofá, envuelta en la manta de cuadros verdes que ni siquiera había desdoblado del todo. El sonido de su llanto, desgarrado y amargo, "sobreactuado", le llegaba levemente, amortiguado por la lana. No podía ver su cara, pero podía imaginarse incluso el recorrido de sus lágrimas. Sabía que él llevaba razón, y que defenderla llevaría a días de morros y silencios incómodos.
Se mordió la lengua. Una vez más. Juró no volverlo a hacer.
Después la cogió en brazos para llevarla a la habitación y cubrirla de besos.
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En unas cuantas líneas has descrito una escena que sin duda es familiar en parejas. pero hasta cuando? tal vez sea así siempre. Tu prosa clara, medida, apoyada en el diálogo que permite mas realismo. Un abrazo Pilar Rub
ResponderEliminarMejor no volverlo a hacer. La angustia es demencial.
ResponderEliminarMe gusta.
... Me llevo tu enlace, asi no tengo que revolver por los marcadores que están repletos de montañas.
Beso.